Menos es más. Hablando de Los Idiotas de Lars Von Trier
Por: Daniel F. Beltrán
@sempiternoinconforme
En 1998 Lars Von Trier presenta la película Los idiotas rodada con las reglas de Dogma 95, manifiesto creado por él y el cineasta Thomas Vinterberg. Luz natural, cámara en mano, sonido sin mezclar, sin sonidos extradiegéticos, a color, sin acciones superficiales, sin alteraciones de tiempo, sin un género específico, sin créditos de director, dice aquel panfleto que parece más el listado de mandamientos bíblicos. En su momento resultan revolucionarios, en su momento son un reto para el creador, y sobre todo una patada en el culo al cine industrial.
Al menos en esta película vemos estos elementos presentes, además pienso que se vuelven políticos, lo digo por la forma en que se rodó, que fue con una videocámara, cámara que le permitió al director grabar mucho material de una serie de improvisaciones con los actores, material que tiene una estética más cercana al documental que la ficción. Planos muy sobreexpuestos, la cámara al hombre siguiendo las acciones de los personajes, nos pone en el mismo nivel que ellos. Eso es crucial porque uno no los juzga a ellos, sino que los acompaña y quizás puede juzgarse más bien a sí mismo.
Desde el inicio, vemos a los protagonistas revelándose contra la burguesía: en un restaurante, una locación por lo demás muy bien escogida pues es allí, en la comida, donde más se evidencia la desigualdad social. Y es allí donde los idiotas perturban a las personas bien vestidas, rompiendo con la normalidad, con el fluir de un almuerzo en el que no esperaban que un retrasado mental se levantara de su mesa hacia ellos rapandoles y comiendose su caviar vorazamente. En ese momento aparece Karen, la protagonista que entra a ese mundo y nos introduce a nosotros que la seguimos a esa nueva vida con los idiotas.
En 1998 Lars Von Trier presenta la película Los idiotas rodada con las reglas de Dogma 95, manifiesto creado por él y el cineasta Thomas Vinterberg. Luz natural, cámara en mano, sonido sin mezclar, sin sonidos extradiegéticos, a color, sin acciones superficiales, sin alteraciones de tiempo, sin un género específico, sin créditos de director, dice aquel panfleto que parece más el listado de mandamientos bíblicos. En su momento resultan revolucionarios, en su momento son un reto para el creador, y sobre todo una patada en el culo al cine industrial.
Al menos en esta película vemos estos elementos presentes, además pienso que se vuelven políticos, lo digo por la forma en que se rodó, que fue con una videocámara, cámara que le permitió al director grabar mucho material de una serie de improvisaciones con los actores, material que tiene una estética más cercana al documental que la ficción. Planos muy sobreexpuestos, la cámara al hombre siguiendo las acciones de los personajes, nos pone en el mismo nivel que ellos. Eso es crucial porque uno no los juzga a ellos, sino que los acompaña y quizás puede juzgarse más bien a sí mismo.
Desde el inicio, vemos a los protagonistas revelándose contra la burguesía: en un restaurante, una locación por lo demás muy bien escogida pues es allí, en la comida, donde más se evidencia la desigualdad social. Y es allí donde los idiotas perturban a las personas bien vestidas, rompiendo con la normalidad, con el fluir de un almuerzo en el que no esperaban que un retrasado mental se levantara de su mesa hacia ellos rapandoles y comiendose su caviar vorazamente. En ese momento aparece Karen, la protagonista que entra a ese mundo y nos introduce a nosotros que la seguimos a esa nueva vida con los idiotas.
¿Quiénes son los idiotas?
Un personaje en la película dice: Ser idiota es un lujo, un adelanto, los idiotas son el futuro. Siempre que puedas encontrar a tu idiota interior, por ejemplo Miguel es un idiota feliz, porque es un hombre feliz. En ese diálogo reposa la esencia de la película. Realmente los idiotas son ustedes que pretenden tener una vida normal y viven realmente amargados en un mundo de apariencias, realmente ustedes con tantas propiedades y lujos están vacíos mientras nosotros disfrutamos la vida con nuestra idiotez.
Von Trier crea sus filmes a partir de emociones, plasmando sensaciones, siempre muy personales. Dice que lo último que piensa es en la reacción del público. Esto hace de él un director muy provocador, pero, no solo provoca, con sus cintas realmente logra incomodar. A pesar de ello siento que es un autor bastante honesto e insisto en que por la manera en que está grabada Los idiotas también resulta muy transparente.
Cuando el padre de una de las chicas del grupo va hasta el refugio y se lleva a la fuerza a su hija, en medio del llanto y la desesperación nos damos cuenta que ella era feliz mientras que él solo estaba desesperado en su normalidad y necesitaba arrastrarla a su infierno. Si la gente ve las cosas de otro modo vería su belleza. Yo veo en los idiotas una belleza, siento la vida en su expresión más intensa. Expresión desbordada en la orgía que viven dentro del filme, muy literal, con ese acto tan espontáneo, tan lleno de libertad, termina uno por entender que ellos tienen derecho vivir al límite y que hay bastante placer en ello, mientras que en los otros siento la muerte, el engaño, el colapso de una sociedad capitalista.
Menos es más, menos es más, menos es más. La razón no sirve de nada si no eres feliz; la plata, tus pertenencias, no sirven de nada si te mientes a ti mismo. Lo perturbador de esta película como en la mayoría de Lars es esa verdad incómoda que nos duele tanto asumir: el individualismo y la moral capitalista en el que estamos cada vez más hundidos y cada vez con menos salvavidas.
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