EL CORRAL Y LOS HILOS DE LA MEMORIA
Joanna Díaz quien estuvo colaborando junto a Cinematografiando en la Muestra de Cine El cielo puede eperar, escribió este texto a propósito de los dos documentales presentados en la categoría de Territorios:
EL CORRAL, de Daniela López y Alfredo Marimon
Cortometraje realizado en la Ciénaga de Simití, en el sur de Bolívar, que inicia con un bellísimo plano de un grupo de pescadores en mitad del mar. Un tono poético, un paisaje caribeño de hombres hablando sobre las elecciones y la política colombiana. Primeros planos de las manos y los pies de esos pescadores que descansan a la orilla del mar, en el corral, mientras evitan el sol del mediodía y empieza de nuevo la jornada. El mar sirve de corral también, una metáfora del encierro, de los límites de la realidad de estos pescadores. Una historia fascinante, narrada a partir de imágenes, al mejor estilo del cine poético, diálogos escasos y una banda sonora que entra solo para acompañar el paisaje de niebla que produce el mar, de resto, escuchamos el sonido ambiente, la música vallenata suena de fondo. Nos trasladamos a la Ciénaga, a la vida de esos hombres que sobreviven al mar.
Me encanta la mirada renovada de este cortometraje que graba el territorio sin la pretensión de colonizarlo, al contrario, la cámara se ajusta a documentar la vida, sin manipularla. El mar que sirve para pescar, para jugar y para vivir, es la presencia imponente, todopoderosa de la naturaleza ante el hombre. La fotografía me recordó los paisajes de Theo Angelópoulos en Paisaje en la niebla o La mirada de Ulises, también al Vuelco de cangrejo de Oscar Ruíz Navia. La fotografía muestra la niebla blanca que se mezcla con el cielo encapotado y el sudor inevitable en el cuerpo de los hombres, nos sumergimos en esa atmósfera caribeña, nos sumergimos junto a ellos en el mar.
LOS HILOS DE LA MEMORIA, Carolina Beltrán
Este cortometraje de treinta minutos narrado en primera persona, cuenta la historia de las mujeres tejedoras del municipio de Iles, Nariño, al sur del país.
Una voz en off nos va contando la memoria familiar en torno a una cobija tejida por la abuela, con las iniciales de Carolina Beltrán, la realizadora.
A partir de allí empezamos a descubrir que lo que está allí, en el tejido, es la memoria de un pueblo, así que la directora se pregunta: “¿en qué momento se dejó de transmitir toda la sabiduría que encierra el tejido?”.
Al mejor estilo de directoras documentalistas como Agnés Varda en Las Playas de Agnés o de Sarah Polley en Las historias que contamos, Carolina Beltrán nos narra su historia familiar para a su vez narrarnos toda una cultura milenaria de la región de Nariño.
Descubrimos junto a Carolina, que su abuela le obsequió una historia en cada inicial de su nombre, que en cada letra le heredó la historia de su pueblo y que desentrañar la historia de la cobija, es desentrañar todo lo que se teje en los pueblos ancestrales porque nadie nos enseñó a leerlo.
La música original de Andrés Uribe Guevara, Ivón Zambrano en la asistencia de la dirección y todo un equipo de producción nariñense, nos muestran que el tejido resiste, se transforma y sobrevive.
Por: Joanna Díaz
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