La sinfonía de imágenes en La Torre de Sebastián Múnera
Por Michel Peña
@quehayparaver
La cámara le sigue el paso a un hombre que camina por la ciudad; él pasa de la oscuridad a la luz. Así es el inicio de La Torre (2017) del director y artista colombiano Sebastián Múnera. Simple, pero profundo por el advenimiento del efecto que la luz produce en la reflexión misma de la imagen. Pues, sin un mínimo equilibrio de esta, la imagen podría ser un conglomerado lumínico, una especie de pantalla en blanco o, todo lo contrario, la ausencia de la luz sería una especie de pantalla negra. Ese preciso equilibrio de la imagen es lo que determina la perspectiva autoral de este film.
Precisamente, esta es una de las cosas que más me interesa de La Torre, el modo en que se usa el dispositivo fílmico: la cámara, aparte de permitir ver, me motiva haciéndome partícipe de lo que está pasando y al mismo tiempo, me sumerge. Esa es mi primera experiencia con la película. Así me sentí, sumergida entre una sinfonía de imágenes que por momentos no tenían nada de lógica para mí y luego, descubrí que no lo necesitaba para disfrutarla, pues su fin es experiencial.
No obstante, esto no quiere decir que la forma en que se conectan las imágenes no tenga una secuencia. El montaje de La Torre sigue el curso de exploración de espacios y objetos que aparentemente no tienen nada que decirnos.
El lugar estrella de esta cinta es la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, en la cual el 17 de marzo de 2004 fue víctima de un atentado por una bomba, la cual afecto una parte de la biblioteca y solo una foto quedó como archivo de ese día. Básicamente, de esto es de donde parte la intención de grabar esta película y porque Múnera, como lo comentó en la muestra de cine El Cielo Puede Esperar de Cinematografiando, es un lugar que para él que evocaba unos sentimientos y sensaciones, los cuales logró expresar a través del cine.
Aunque no quiero profundizar en las anécdotas de la creación de esta película, primero porque no me corresponden y segundo porque hay varias entrevistas donde Múnera y Sandino (el productor) las cuentan. No obstante, sí me parece importante retomar de dichas entrevistas la parte donde cuentan que detrás de la pared blanca donde cuelga un cuadro (que es el mismo que vemos en la película), fue donde el artefacto explotó.
Esto marca un determinado interés en saber qué hay del otro lado del muro. En esos dos grandes bloques se divide la película: afuera y adentro. Por un lado, se puede asociar el lado del espectador y la escena: qué vemos, qué nos muestran y por qué no lo muestran de esa forma. Este puede ser un punto de partida para profundizar en esta cuestión.
Por otro lado, me causa intriga y esta película me reafirma un pensamiento que he ido construyendo hace algún tiempo sobre cómo habitamos los espacios. Una pregunta que me desencadena una serie de pensamientos en relación con el sentido de habitar un lugar común y por qué lo habito de esa manera.
En este caso, de manera general las bibliotecas son espacios donde debemos guardar silencio y donde solo podemos transitar entre los espacios que están dispuestos para ello, pero ¿por qué no podemos transitar en medio de los libros o entre las ventanas o por medio de los agujeros que hay en el lugar?
Esto hace La Torre, por medio de la cámara transita lugares y los habita de una manera que no podríamos como mortales, pero el cine si puede hacerlo desde todos los recursos de su mismo arte.
Otra relación personal que llegue a hacer es entre ruido y silencio. Esta vez mi asociación es íntima y orgánica en relación con la mente. Afuera hay ruido, adentro hay silencio, pero abundan los pensamientos, como en una biblioteca abundan las letras. En este sentido, no todo ruido o silencio es ausencia de sentimiento, al contrario, La reflexión de esta película puede continuar y en una crítica no creo necesario abordar todas esas cuestiones que me deja para analizar. Más aún porque no suelo contar momentos importantes o el final de las cintas, pues mi fin siempre es interesar al lector y darle algunos puntos que yo encontré interesantes, que quizás también comparta o simplemente me refute. Pero, La Torre una experiencia visual y sonora enriquecedora. también expresa en diferentes vías.
Adicionalmente, en el film a un lado están los libros, pero en el otro lado están las ruinas de aquel artefacto explosivo. Me deja la sensación de que el otro lado, aparte de ser las ruinas, el bombillo rojo del cuarto de revelado es un llamado de: ¡Alerta, algo pasó aquí y necesita salir a la luz, ser revelado! No solo por el color, sino porque corresponde a un lado de la historia de la cual solo quedó un registro fotográfico de ese día, pero no hay más memoria o archivo al respecto y ¿la solución fue erigir un muro blanco?
En cuanto a los personajes, puedo ver que tienen una historia, pues todos la tenemos, pero Múnera no se centra en el relato de ellos, al contrario los observa habitando esos espacios y cómo convergen en el mismo lugar, motivados por causas diferentes. Asimismo, el final me causa gracia porque parece que esa no era la intención, pero sin ese suceso, la película no sería lo que es.
Por ello, antes de terminar quiero hablar de dos escenas en particular. La primera es cuando la mujer está mirando hacía un recipiente repleto de agua, en ese momento la cámara captura sus pies junto a su reflejo y segundos después del techo cae una gotera que deforma su rostro al chocar con el agua. Explota la imagen donde explotó una bomba.
La segunda escena que quiero comentar es cuando Jorge Ortiz está pasmado de espaldas a la cámara y en su mano sostiene un pedazo de película fotográfica mientras caen gotas, que supongo son de agua y revelador. Me da la ilusión de que algo está sangrando, sangra la memoria.
Aunque la película no tiene muchos diálogos hay un pedazo en particular que me gustaría agregar, el cual es el siguiente: “Ellas se quedan ahí hasta que, en cualquier momento buscan otra vez la luz y salen, como las pesadillas… O hasta que ellas nos encuentran.” Jorge Ortiz, Fotógrafo colombiano, quien se refiere a las imágenes.
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