Mar, desierto y estrellas. Pasado, presente y futuro en dos documentales de Patricio Guzmán.



“El orden inferior es un espejo del orden

superior; las formas de la tierra corresponden

a las formas del cielo; las manchas de la piel

son un mapa de las incorruptibles

constelaciones” J. L. Borges



¿Qué ecos de la historia de la tierra y de la humanidad llegan al espacio exterior? ¿qué gritos o murmullos humanos reciben las profundidades del océano o del desierto?

Pareciera ser que no hay acto o pensamiento que no exceda su cercanía más inmediata. Los susurros del pasado nos llegan como estruendos a un presente fugaz y las luces del espacio exterior nos iluminan siempre desde el tiempo que ya pasó.


Nostalgia de la Luz (2010) y El Botón de Nácar (2015), reafirman la poética mirada de Patricio Guzmán sobre la historia de Chile, los procesos de memoria, la visión de artistas y expertos en arqueología, astronomía, entre otros; pasiones que él mismo comparte junto con una minuciosa aproximación al paisaje del país del que salió exiliado en el inicio de la dictadura de Pinochet.



Mientras que Nostalgia de la Luz es una reflexión sobre el tiempo y la luz, estos dos como elementos indivisibles y presentes en el espacio exterior y en la tierra, y así mismo, sobre una relación insospechada con lo que oculta el desierto de Atacama: miles de fragmentos de cuerpos de desaparecidos de la dictadura, El Botón de Nácar explora el potencial metafórico del agua en un pasado lejano, pero determinante, también en un presente aterrador por alojar cuerpos de desaparecidos de la misma dictadura y en el futuro de los cuerpos celestes que influyen en los movimientos de los organismos de la tierra. Dos documentales con profundos y misteriosos paralelos.


Los artistas y poetas son aquellos seres que generan conexiones entre las partes del universo y de quienes lo habitan. Así, Guzmán suma a sus metáforas sobre el paisaje y la memoria de la dictadura, la dimensión de otros sucesos históricos definitivos y cuyos centros de operación coinciden en el desierto y el mar: las ruinas del campo de



concentración de Chacabuco están cerca del observatorio ubicado en el desierto de Atacama y aquel lugar del terror, a su vez, se readecuó de antiguas minas, y las viviendas de los trabajadores luego fueron las celdas de los prisioneros. La isla de Dawson, en la que antiguamente la misión católica exterminó a miles de indígenas, después se convirtió en otro campo de concentración, otro lugar del exterminio. El desierto de Atacama que, por los moluscos y peces petrificados encontrados, seguramente fue antes mar, guarda fragmentos de huesos de desaparecidos de la dictadura, así como el inmenso mar Pacífico también acoge cuerpos amarrados a rieles de tren y tirados allí con la esperanza de que el secreto quedara bajo agua. Una supernova estalla el mismo día del golpe de estado.

Guzmán configura sus relatos en constelaciones de artistas como Paz Errazuriz, fotógrafa que retrató a los Salk’man en su serie Nomades del agua, de quién recuerdo ahora, también realizó un bello trabajo sobre enamorados de un manicomio a las afueras de Santiago de Chile y con ensayos de Diamela Eltit sobre el amor y la locura, una afrenta a la institución del matrimonio y por ende a la dictadura. De igual manera, el poeta Raúl Zurita, quien ha utilizado al cielo y al desierto como soportes textuales, comparte la visión de los Salk’man sobre las estrellas como en lo que nos convertimos cuando morimos: son los espíritus de los antepasados y menciona que tal vez mucho de lo que se busca ahora pueden ser cosas que nuestros antepasados siempre supieron.



Creo que el horror y la belleza llegan por igual a todos los rincones del universo. El material de estos artificios es el mismo del público que los recibe. A esa memoria universal han llegado las noticias de las desapariciones, torturas y asesinatos, pero también de las obras de arte que rememoran, resignifican y transforman sucesos que no deben ser olvidados o negados.


Patricio Guzmán ha vivido su vida develando los sucesos de la dictadura. En su último documental, La Cordillera de los Sueños (2019), que se podría decir completa una trilogía sobre el paisaje y la memoria, menciona ese algo que se desplomó bajo sus pies el día del golpe de estado.


Podríamos pensar que ese dolor hizo que su espíritu se volviese viejo y amargo, pero en el recuerdo de un niño que guardaba en sus bolsillos canicas como si fuesen los fragmentos del universo, y de la manifestación en su obra de sus lecturas de infancia de Julio Verne y por ende, su gusto por la astronomía, así como la exaltación y mirada macroscópica del paisaje, son muestras de alguien que, casi como una de las mujeres de Calama, mantiene y renueva una y otra vez la esperanza de encontrar lo perdido y de recuperar la infancia.



-Mónica Vilá-

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