Apuntes sobre cine y protesta

 Por: Elena Pérez Palacio

Mayo 21/05/2021



Momento delicado: aunque intuitivamente percibamos su complexión heterogénea y contradictoria, nuestro intelecto difícilmente podrá delinear sus contornos cuando el tiempo nos otorgue cierta distancia. ¿Cómo expresar el entramado de este acontecimiento fluctuante? La alegría sucede al dolor, la esperanza se alterna con la desilusión. No es la hora de buscar principios unificadores que le den sentido a las cosas; prefiero reunir anotaciones y citas que a tientas esbocen el movimiento de estos tiempos.




I. Es difícil no volver al origen, no recordar ese gesto inicial del Acorazado Potemkin (1925) y su personaje masa que marcha hasta perderse en el punto de fuga. Imagen redentora y utópica: una muerte arbitraria, apresurada y violenta que reúne a toda Odessa. Grígori Vakúlinchuk no va a ser olvidado y su muerte no va a haber sido en vano porque, desde ese momento en adelante, cada persona sabrá que su vida va a ser un esfuerzo por liberar y cuidar a los demás, por intentar que nadie nunca más muera por una cucharada de borsch.



Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

C. Vallejo



II. Para cuando realizó In girum imus nocte et consumimur igni (1981), Guy Debord veía con desencanto su época y el fracaso de sus esfuerzos juveniles. No hay mucho de revolucionario en imágenes de protestas que han sido asimiladas por el inestable ritmo del capitalismo como otro espectáculo intrascendente, como una noticia más para ser olvidada en el curso de los días. Al final todo se convertía en un movimiento homogéneo y circular, como el palíndromo que da nombre a la película: por la dirección que se lea, no hacemos más que rondar por la noche y ser devorados por el fuego.


Tal vez se deba crear una ruptura más fundamental en las imágenes de la resistencia. Alejarse de lo mimético, de lo que pretende ser verdadero. Mira este metraje de una película de vaqueros o este cuadro de un blanco sucio: admira lo trivial de su contenido, su rechazo a ser real y actual. Que esta imagen te decepcione y te aburra su falta de respuestas. Que ante la negación del espectáculo sientas la profunda necesidad de algo distinto y más allá de la pantalla.



Pero al caer un hombre por una causa justa, surgen por miles otros; y cuando ya no queden hombres, hasta las piedras se alzarán.

Soy Cuba


III. Otra escalinata y otro entierro multitudinario, esta vez en el trópico. ¿Cómo se ve el momento revolucionario? En Soy Cuba (1964) ya no solo es una protesta o un personaje masa que camina unido: la revolución son los volantes de contrapropaganda que vuelan contra el cielo despejado de La Habana, son las aves que huyen asustadas por los disparos de la policía y son los torcedores de tabaco con su quehacer abnegado. Es como si cada elemento de la isla se uniera en el impulso del cambio, en el despojarse del viejo orden de las cosas. Y el futuro es claro y deslumbrante: como en el Acorazado, después de la lucha viene el comunismo con su economía planificada y sus películas sobre su triunfante instauración.


IV. Rara vez puede una narración o una imagen unitaria recoger el denso entramado de una movilización social y seguramente no va a haber un clímax donde repose la liberación en su forma definitiva. Tal vez es más elocuente pensar la resistencia por fragmentos, como un mosaico incierto que siempre deja una apertura donde la vida puede proseguir. Pienso en Sur le passage de quelques personnes à travers une assez courte unité de temps (1959) y la sensación que deja de un aquí y ahora preciso que, más que ser abstraído conceptualmente, se recorre, se experimenta y se explora.


Porque la liberación de lo cotidiano no es una fórmula fija o un punto final al cual llegar, se trata más bien de una construcción abierta a la cual podemos aportar desde nuestra más concreta posición. Al final del cortometraje, sobre un cuadro opaco y blanco, Guy Debord sugiere que lo que queda es no aportar más ruinas al viejo mundo de espectáculos. No más monumentos que glorifiquen la crueldad de la Conquista, no más coexistencia diaria con la violencia sistémica, no más olvidar para aguantar. ¿En qué resquicio está otro mundo posible? Un día nos miraremos asombrados al descubrir que esa imagen banal e inobservada era, desde siempre, hondo respiro de aires nuevos.


Es sobre encontrar alegría en el proceso, hacia donde se dirija, y supongo que es sobre tener fe en el mundo, que es simplemente esperar a que continúe... Pero, de nuevo, no es una esperanza con un contenido particular o un fin – es el deseo de más vida, o de algo más en la vida.

B. Massumi








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